Por primera vez, un seleccionado sudamericano decidió intervenir en el torneo de futbol olímpico: Uruguay. La celeste enfrentaba a Yugoslavia en el partido inicial de París 1924. Los yugoslavos enviaron espías a la práctica. Los uruguayos, al darse cuenta, se entrenaron pegando patadas al suelo, tropezando y chocándose entre sí, tirando la pelota a las nubes. Los espías informaron: “Dan pena estos pobres muchachos que vinieron de tan lejos”.

Apenas 2000 personas asistieron a aquel primer partido, la bandera uruguaya fue izada al revés y en lugar del himno uruguayo se escuchó un marcha brasileña.

Aquella tarde, Uruguay derrotó a Yugoslavia por 7 a 0. El campeonato fue casi un paseo para la celeste: 3 a 0 a U.S.A, 5 a 1 a Francia, 2 a 1 a Holanda y en la final 3 a 0 a Suiza. El viaje desde tan lejos, no había sido en vano.